Electrocontaminación
Vivimos en un entorno ultratecnológico. Los avances y descubrimientos científicos han incorporado a nuestra vida cotidiana tecnologías que nos hacen más cómodo el día a día. Pero también han alterado nuestro hábitat de una forma no prevista por nuestra evolución biológica natural. Nuestro organismo aún no ha desarrollado mecanismos adaptativos suficientes para sobrellevar esta exposición crónica cotidiana a los campos electromagnéticos artificiales.
Los factores de riesgo artificiales presentes en nuestro entorno son:
- Los campos electromagnéticos de baja frecuencia: red eléctrica, líneas de alta tensión, instalaciones eléctricas, tren de alta velocidad AVE, pequeños y grandes electrodomésticos (lavadoras, frigoríficos, cocinas y hornos eléctricos, calderas de gas), transformadores urbanos, transformadores de aparatos eléctricos.
- Los campos electromagnéticos de alta frecuencia: hornos microondas, teléfonos inalámbricos DECT, routers WiFi, WiMax, Bluetooth, radar, teléfonos móviles, antenas de telefonía móvil, antenas emisoras de televisión digital terrestre TDT, repetidores de televisión.
- Los campos eléctricos continuos o electrostática: moquetas, cortinas, textiles y papeles pintados de materia sintética, lacas o revestimientos, entre otros.
- Los campos magnéticos continuos o magnetostática: piezas metálicas de camas, colchones, muebles, equipos eléctricos o electrónicos, vigas y otros elementos ferromagnéticos empleados en la construcción.
En definitiva, nuestra vida diaria está llena de aparatos y tecnologías de uso cotidiano, que están emitiendo radiaciones continuamente y que interfieren con nuestro propio bioelectromagnetismo vital. Hasta el más común de los electrodomésticos que tenemos en casa puede suponer, utilizado inadecuadamente, un factor de riesgo potencial para nuestra salud debido a la cantidad de ondas electromagnéticas que emite.